
Ella no vio mi mirada de nuevo, pero jugaba nerviosamente con un mechón de su cabello entre sus dedos. Sus delicados dedos, su cintura frágil –era tan frágil, que parecía que solo un suspiro mío podía romperla.
No, no, no. Yo no podía hacer algo así. Ella era demasiado delicada, tan buena, tan preciosa, tan ajena a su destino. No podía permitir que mi vida colisionara contra su vida y la destruyera. Pero tampoco podía estar lejos de ella.
Midnight sun.
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